Un día nos despertamos y comenzamos a asociar sonidos a significados, y pudimos advertir a los de nuestra misma especie y agruparnos para defendernos, repartirnos tareas o conseguir carne de mamut para comer y cargar piedras para hacer pirámides. Entonces comenzamos a contarnos historias.
Comunicarnos hizo que fuera posible hacer equipo,
planear el día siguiente y conseguir productos más complejos.
Entonces comenzaron a existir los narradores, quienes atraían con sus historias a muchas personas. Y las historias lograron algo mágico, que las personas que escuchaban podían llegar a sentir lo mismo que quien las vivía. Y lloraban o se reían a carcajadas durante la historia.
Pero no solo nos agrupamos para escuchar historias, también para saber lo que pasaba en el mundo, es decir, para tener noticias, información; o para aprender algo nuevo.
La necesidad de más información, educación y entretenimiento se hizo tan alta, que fue necesario que algunas personas se dedicaran a ello por completo. Pero surgía una nueva pregunta, de qué vivirían.
Los gobiernos estuvieron de acuerdo en financiar una parte con dinero del estado, igual consideraron conveniente tener una buena imagen de gobierno.
Pero los gobiernos eran insuficiente para pagar toda la demanda, así que, otra parte la debían pagar los ciudadanos. Aunque entró un nuevo actor, las empresas que estaban dispuestas a financiarlas a cambio de tener visibilidad de sus productos, y surgió la publicidad. Este matrimonio tuvo éxito por mucho tiempo, de hecho creció y creció. Pero lo cierto es que los espectadores no teníamos otra más que aguantarnos la publicidad para poder obtener nuestra recompensa. Entretenimiento, información o educación.
Pero todo cambió con el internet, las redes sociales y los dispositivos móviles. Y de repente nos dimos cuenta que estábamos atados a los comerciales, pero que nunca los quisimos. Y las empresas comenzaron a darse cuenta que su publicidad no tenía ya el mismo impacto. Así que intentaban una y otra vez con campañas, haciendo pequeños cambios, buscando el vídeo viral que fuera la piedra filosofal que cambiara sus realidades publicitarias, pero por más dinero que se ha invertido, eso no llegó.
Hoy estamos bajo el cementerio de campañas y pautas publicitarias.
Y mientras muchas empresas necias siguieron el mismo rumbo sin éxito, otras empresas y algunos aventureros descubrieron que el camino era otro, que ya no hacía falta hacer publicidad, que había que hacer lo que los humanos siempre habíamos querido.
Contenido de Calidad, que informara, que entretuviera, que educara.
Y así, con mucha imaginación, constancia y consistencia, crear una audiencia propia, que se reuniera alrededor de los mensajes de la marca, al igual que lo hicieron alrededor del abuelo con sus cuentos, o de los filósofos en sus caminatas, o de los mentores que daban su mejor conocimiento. Pero esto ahora para cientos de miles de personas quienes a través de sus dispositivos móviles pudieran tener otra relación con la marca.
Y para tener esa audiencia necesitas una empresa experta en producción de contenidos, en estrategias narrativas que te ayude a encontrar el camino.